Antonio Ceballos «¡Me quedo aquí por hacer dos fotos, se acabó, voy a dejar a los niños sin padre por hacer dos fotos!»
Antonio Ceballos es uno de los fotógrafos de agua más experimentados del surf nacional, pero, eso nunca es garantía de éxito. Hace pocos días Antonio vivió una de las experiencias más duras de su vida, que a punto estuvo de perderla, al saber en su propia piel lo dura que puede ser una corriente marina.
Un lunes cualquiera, a los que Ceballos está más que acostumbrado, se convirtió en lunes fatídico. El escenario fue el cabo de Trafalgar, en donde se juntan las corrientes que atraviesan el estrecho y, como dicen las voces más viejas del lugar, es uno de los puntos negros del mapa mundial.
Las olas no eran más grandes lo habitual, pero; cuando se juntan mareas vivas, luna llena, marea decreciente y levante eso se convierte en un revoltijo de corrientes que te tiran de uno como si Neptuno te quisiese llevar al fondo del océano, comenta el protagonista de la historia.
Antonio, que está curtido en mil batallas, narra lo sucedido, de manera que al oírlo la piel se te pone como escarpias y no puedes dejar de imaginarte la angustiosa situación. «Me metí como siempre en la playa de Zahora con mi carcasa a sacar fotos en un día que estaba bonito. Pero, en esta ocasión creo que arriesgué demasiado y me acerqué mucho al faro».
«En un momento me vino una serie y remé hacia dentro porque no estaba bien colocado y no quería comerme el set porque ahí, debajo del agua, se forma una turbulencia bastante peligrosa también. Así que, remé más hacia fuera para pasarlo y, ahí… ya me agarró la corriente».
Antonio continúa narrando; «¡ese día era una corriente que jamás había experimentado! Era una corriente en la que sentía como si alguien tirase de mi pierna ¡alguien tirando de mí! Miré a mi derecha y había tres surfistas; seguí aleteando… volví a mirar… y ¡ya solo había dos! Y, al final, ya me quedé solo».
En esos momentos terribles aparece la solidaridad en el mar; «a unos cuarenta metros estaba un chico de allí, de Chiclana, un perro viejo, Vicente García… que le grité. Me vio, me preguntó si estaba bien y le tuve que decir que no ¡que no estaba bien! Al momento vino hacia mí. Además, se sumó otro surfista más de la zona, Juanjo Fernández, que me vio apurado y se vino flechado hacia mí».
«En un primer momento Vicente me dijo que me agarrase a sus tobillos y que aletease, que él remaba y así remontábamos un poco. Pero, ¡no pudo ser! Tras ese intento, me dijeron que intentase salir por las piedras. La corriente ya me había enfrentado al faro, el punto más peligroso, pero, como no estaba muy grande dije, ¡vamos a intentarlo!».
Sin embargo, la aventura de Antonio no había acabado; «vino un set nuevo y me estampó contra las piedras literalmente. Intenté meterme por debajo de la ola y salir como pudiese. Sin embargo, los remolinos me estaban tirando hacia abajo… ahí vino el momento más crítico ¡fue el peor momento!».
Foto de 10 minutos antes:
En esos instantes de tensión, de agonía por momentos, todos los pensamientos que empiezan a llegar a la cabeza no son esperanzadores, Antonio pensó; «¡Me quedo aquí por hacer dos fotos, se acabó, voy a dejar a los niños sin padre por hacer dos fotos!»
«Estaba exhausto, llevaba casi dos horas de baño y no me quedaban fuerzas, así que; intenté bucear, meterme por debajo de olas, aletear fuerte e intentar irme mar adentro… ¡lo conseguí! pero, a día de hoy sigo sin saber cómo lo hice, mi madre dice que fue mi padre… y ¡yo quiero creerme eso!»
Pese a que podría parecer que la situación ya había acabado, todavía quedaba salir del agua; «los dos chicos me estaban esperando, a ellos no les había cogido el set. Ahí fue cuando me dijeron, tenemos que salir por Caños de Meca, dando la vuelta al faro, no podemos nadar contracorriente. Lo malo, ese día estaba tirando la corriente hacia el estrecho y no hacia Caños».
«Yo estaba ya muy asustado y sin ninguna fuerza, ya no veía y no hacia más que pedir una tabla para descansar. Ellos me decían que no, que tenía que remar que si paraba la jodía Si me acomodaba en la tabla la corriente nos arrastraría a un ritmo abismal. Y me insistían ¡no se puede parar ahora, tienes que seguir aleteando y remando!… y así lo hicimos».
La cámara era un lastre y pesaba un montón y nos arrastraba. Nos estaba llevando hacia el estrecho y eso sí que era un problema grande. Vicente me convenció de que tenía que tirar la cámara… saqué el invento e iba a tirar la cámara, pero, a los tres segundo pensé, estoy tirando seis mil euros, estoy tirando todo mi curro, así que volví a cogerla. Vicente se mosqueó, con razón, y me dijo dame la cámara que ya me las apañaré y la llevo yo».
Seguí aleteando y escuchando la voz de Juanjo para salir por las piedras. Y, finalmente, con la ayuda de Juanjo, y reptando… puede salir por las piedras con él. Al momento se nos unió Vicente, que consiguió, rescatar la cámara y tuvimos un final feliz. Si no llega a ser por ellos el desenlace hubiese sido otro. Yo no estaría aquí para contarlo. Estaría en el otro lado. Estaba exhausto.